En tiempos donde se hace difícil valorar las relaciones significativas, adviento se nos presenta como un signo de esperanza y de fortaleza. Es en sus manifestaciones de recogimiento, espera, acercamiento y reconocimiento donde se nos invita a mirar en el rostro del Cristo, a nuestro más próximo (a).
Cuando nos damos cuenta que Dios nos ha puesto en un lugar de la historia y del tiempo, cuando nos descubrimos en el trabajo conjunto, en las aspiraciones y en las frustraciones, vemos la mano del Mesías que ha nacido entre nosotros (as). Este Mesías que con su nacimiento, vivifica nuestras relaciones y las va fortaleciendo en el tiempo.
Cuando nos damos cuenta que Dios nos ha puesto en un lugar de la historia y del tiempo, cuando nos descubrimos en el trabajo conjunto, en las aspiraciones y en las frustraciones, vemos la mano del Mesías que ha nacido entre nosotros (as). Este Mesías que con su nacimiento, vivifica nuestras relaciones y las va fortaleciendo en el tiempo.
¡Qué cada uno (a) de nosotros (as), con sus historias, caracteres y experiencias, se sienta valorado en lo diverso! ¡Qué nos abramos a estrechar lazos de hermandad lo más auténticamente posible y qué tengamos la confianza de compartir todo nuestro ser y todo lo que somos!. De la misma forma, ¡qué Dios trabaje en nuestras actitudes para acoger a quienes se sientan identificados con lo que hacemos y con Cristo!; y ¡qué podamos ser apoyo de quienes valoran la candidez, la bondad, la energía y las utopías que Dios ha puesto en nosotros (as)!.
¡Qué el 2009, sea un buen año para todos (as)!, y ¡Qué nos aproximemos a los cambios de su venida con entereza y convicción!